martes, 24 de julio de 2012

Tratado de verdugos






DE LA VÍCTIMA

Ellos saben que la víctima sostiene su cabeza hasta último momento.
La orden de morir no es de Dios sino de un hombre que abandona.
Dios alguna vez les ha dictado:- “No envíes a la muerte a este hombre”-, y ellos han temblado en un dudoso castellano:- “No lo envío a la muerte, mi Señor, lo envío a tu morada”.-



DE LOS AJUSTES

El verdugo quita su capucha y con ella va su rostro, intacto.
Una lámina carnal es su cabeza. Una tela blanca. Sobre esa película propicia aparecen los otros rostros, los ejecutados. De quince a diecisiete segundos tarda cada impresión para borrarse y retornar en otra.
Estos ajustes son convenio de su sangre y su moral.

El verdugo se llega hasta una zanja, introduce su cabeza en el limo y una suerte de líquido devuelve otra vez su semblante verdadero, que debe con rigor ser cubierto con una capucha.
Obedece a una ley líquida. es eterno y fecunda con un gas.


Alberto Muñoz
De Tratado de verdugos.
(Ediciones Filofalsía)

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